
La perspectiva de Ferzan Özpetek
Memoria y emoción en "Diamanti"
16 de mayo de 2025
Cuando parecía que "Diamanti" -la ultima película de Ferzan Özpetek- se me iba a escapar porque en La Plata ya no la estaban proyectando, decidí irme hasta el glorioso cine Lorca que suele sostener una saludable cartelera contra viento y marea. Mientras manejaba por la autopista me dio por pensar en mi negativa a llamarle "CABA" a Buenos Aires, ese lugar tan entrañable como abrumador. Sin saberlo, en esa modesta reflexión ya me empezaba a envolver el cálido universo de Ferzan Özpetek. Nacido en Estambul en 1959, el director afirma que la Turquía que el dejó atrás en los años 70 ya no existe, como tampoco existe aquella Italia a la que el llegó como inmigrante privilegiado, ya que fue por gusto y no por necesidad. Claro, aun vivían y filmaban Fellini, Visconti, Scola, estaban Mastroianni, Anna Magnani, Alberto Sordi, Lina Wertmuller, Antonioni y Pasolini. Al salir del cine, busco un café donde sentarme a contar algo de la pelicula pero no lo encuentro. Los cafés de Buenos Aires ya no están porque ya no son. Hay locales de cadenas internacionales, donde hay que ir primero a la caja, llevarse lo que uno va a consumir y sentarse en la mesa que quede libre. Es probable que no haya un toma corriente para la notebook, y es imposible que suenen Miles Davis o Coltrane, y ni hablar de un buen tango. Ya no existen los bares, todos sirven comidas, se ve que solo con infusiones ya nadie puede mantenerse: Pizza, delivery, parrilla muy al paso, almuerzos sintéticos y tardíos, raras especies de kioscos que sirven desayunos y tienen mas mesas afuera que adentro. Me siento un poco como Ferzan: la ciudad que conocí alguna vez, tampoco existe. Sin embargo, hay algo mas reconfortante que puedo compartir con él, la convicción de que el cine demorará su muerte. No quiero aburrir hablando mucho de "Diamanti", por suerte para la critica (seria) apenas pretendo ser un cronista, un relator de experiencias. Dice Özpetek en alguna parte que la perspectiva femenina es mas rica. Lo mismo pensaba Woody Allen cuando dio el salto prolífico de su carrera ("Annie Hall") y lo mismo pensó siempre y de un modo visionario el notable George Cukor. En "Diamanti" hay 18 personajes femeninos, todos gravitantes. Son trabajadoras especiales, empleadas de una sastrería artística que atiende requerimientos de grandes producciones cinematográficas. Como el propio cine, ese lugar es industrial y a la vez artístico. Las protagonistas cumplen un horario, son asalariadas y deben acatar a una jefa exigente, pero participan de una empresa estimulante y por momentos festiva. Cuando las cosas salen bien, las costureras se convierten en parte indispensable de una creación, eso las distingue y las solidariza, les hace sentir que son un equipo. Naturalmente, el trabajo en esta sastrería de los años 70 también obra como pretexto para exponer los dramas personales, y altibajos en las relaciones de las mujeres. El caso de las hermanas propietarias es tal vez el mas intenso y se resuelve en una escena memorable. Memoria y emoción son las claves de este director que se luce especialmente en el manejo de los actores. Lo de Luisa Ranieri es sublime. Pero todo "Diamanti" se termina perfilando como una añoranza del propio cine que a su vez deviene cine. Me pregunto si solo nos queda la nostalgia como insumo y lo que ello podría estar significando. Pero dejo la respuesta para otro momento porque prefiero saborear el regusto de esta película y la entibiada ilusión de un cine que sigue latiendo -como diría Eladia- a pesar de todo.