
Los colmillos del amor
La marginalidad que perturba a la familia burguesa
13 de abril de 2025
Termino de ver Reina de Corazones (Droningen, 2019) de la directora danesa May El Thouky. Advierto que su trabajo está escalonado en capas narrativas. ¿Es un filme erótico? No, aunque el erotismo juega fuerte. ¿Prevalece un retrato psicológico de los personajes? Tampoco, pero la construcción de los protagonistas es afilada. ¿Es una historia familiar? Sí, pero es mucho más que eso. Sucede que este filme es esencialmente ético y político. Los caminos de la sexualidad cruzan los acuerdos y extreman la adecuación de las personas a los mismos. Las respuestas individuales a la situación son proferidas dentro del límite de los intereses de cada cual. May El Thouky reúne estos elementos al servicio de una visión que jaquea a la institución.
La película propone una triangulación amorosa intrafamiliar. El par básico lo componen Ann (Trine Dirholm) y Peter (Magnus Krepper), un matrimonio de profesionales prósperos con dos hijas pequeñas y rubias en una casa bella con vista al bosque. El conflicto llegará con Gustav (Gustav Lindh), un número tres de dramática compostura. Progresivamente él irá ocupando todos los casilleros de la otredad. Es el hijo de Peter de su matrimonio anterior. Procedente de Suecia, donde vivía con su madre y llega lastrado por sospechas de adicción y malas compañías, Peter lo trae a Dinamarca para que conviva con la que también debiera ser “su” familia.
Gustav moviliza el lugar donde lo trajeron. La familia cuaterna y casi modélica tiene en él una acechanza y también una fuga de la legalidad conyugal. En esa aventura Gustav, sin saberlo, juega las últimas monedas de su credibilidad. Funciona plenamente allí donde se lo aprovecha por su propia condición marginal. Está en su terreno. Alternativo al tedio, su vínculo agrava e incrementa el atractivo de la transgresión. A Gustav le toca encarnar un apetecible desorden dentro de una mecanizada práctica del orden. Peter a su vez, no consigue graduarse totalmente como víctima porque lo ha incorporado a Gustav en forma injusta y tardía, cuando no había otra opción. Si la imprudencia de su hijo - muy azuzada por Ann- puede romper la actual familia de Peter, conviene no olvidar que otra familia suya ya ha quebrado. Justamente de allí proviene Gustav, no con una animosidad puntual, pero sin demasiados motivos para venerar aquello que no pudieron ofrecerle a él. En este punto, la directora de la película, May El Thouky elabora una suerte de tesis que no se permite omisiones.
Gustav solo puede perder y seguir perdiendo. Es casi su función. Se aleja de su madre para caer en un nuevo desgarro. Ahora perderá también a unas hermanastras encariñadas con él, a su padre en forma definitiva, e incluso a Ann cuando ella considere que ha masticado lo suficiente como para retirarse. Y perderá más aún. La película pretexta el sexo para sondear la matriz social de la organización. Ann sobreactúa su lugar en una gran escena donde confluye una hipocresía exasperante con una conmovedora lealtad al formato pactado. Incluso Peter, en lacaniano trance, no desea saber aquello que dice querer saber. También hay Darwin y Godel. La familia traba su identidad en el señalamiento de lo que no es (o no debe ser), lo cual es fácil de proyectar sobre el de pertenencia más débil.
Finalmente, esta familia burguesa se alimenta también de aquello que va dejando en el camino. El peldaño de Gustav en la escala de la selección lo condena. No gozó una infancia como la de sus hermanastras, no tuvo para sí el tiempo paterno. La conexión con su padre es riesgosa porque narra un lugar turbador con una palabra devaluada. Enfrenta a esa palabra pertinente que resguarda al grupo y lo cierra. La verdad fáctica no tiene posibilidades de doblegar a la verdad funcional. Gustav, al cabo, no ha llegado como un miembro de la familia sino como el cordero sacrificial que reasegura su continuidad. En su brava película, esta directora interesada -según sus propios dichos- en los secretos familiares, redondea una incómoda pintura de la principal organización que conocemos.