
Yamamoto, el Guerrero Sabio
Retrato de un militar que Japón no supo escuchar
30 de marzo de 2025
Organizada en clave de testimonio, “Almirante Yamamoto” (2011) es una película que consigue una rara luminosidad. Dirigida por Izuru Naruyima, resuelve la semblanza del militar legendario: Isoruku Yamamoto, jefe de la flota japonesa durante la segunda guerra mundial, sólidamente interpretado por Koji Yakusho. Un merito del director consiste en habilitar la vista de aspectos internos de la guerra, escenificando la trastienda de las grandes y graves decisiones militares del Imperio. Viéndola, vengo a enterarme que el ejército y la armada del Japón estuvieron a punto de agredirse mutuamente por una diferencia clave para esta historia. La tensión entre ambas fuerzas -en medio de un clima encendido y triunfalista- se debió a la reticencia de Yamamoto respecto del “pacto tripartito”, nombre por el cual se conoció en Japón a la alianza que ya había suscripto Italia con Alemania.
También se encarga la película de recordarme que la segunda guerra mundial comienza en 1939 solo para este lado del planeta. La tensión en el Pacifico, con la invasión japonesa a Manchuria y el ataque a posesiones británicas y estadounidenses data de 1931 y se sostiene hasta el estallido occidental del conflicto. La notoria y dilatada actuación de Yamamoto en aquella etapa le provee una honda experiencia en materia política, económica y diplomática. Predijo con precisión todas las consecuencias del ataque a Pearl Harbor, por ello la narración se asienta en esa pesada paradoja. Patriota sin fisuras, Yamamoto debe conducir una estrategia militar que claramente no aprueba. El supuesto exitista que debe enfrentar se apoya más en tradiciones, cuestiones de honor, y en la hipótesis no muy científica de que Alemania sería rápida y definitivamente la dueña de Europa.
Yamamoto atraviesa la colisión entre la arrogancia aristocrática del mando militar y político, y la visión moderna de la guerra, drama que las dinastías occidentales ya habían padecido fatalmente entre 1914 y 1917. Su compatriota, el General Kuribayashi, compartió el mismo lastre según el retrato que le tributa Clint Eastwood en “Cartas desde Iwo Jima” (2006). Allí la cadena de mandos se quiebra porque algunos interpretan lo táctico en clave moral. Confunden preservación de fuerzas con cobardía, rasgo que exhibe cierta poética de la guerra, pero que resulta ruinoso en el campo de batalla. El buen militar sabe computar lo político en lo bélico y no pierde de vista que su verdadero triunfo es la paz.
Prudente, a unos subordinados entusiastas del “Mein Kampf”, Yamamoto les avisa que la edición japonesa suprime el capitulo 11 donde Hitler incluye a los súbditos de Hirohito dentro del espectro racial desechable. Es magnánimo y solidario con camaradas que pusieron alguna vez en duda su patriotismo, como el caso del almirante Maguma, responsable del desastre de Midway. No les oculta la realidad a periodistas ávidos de inflamar a la opinión pública, les explica pacientemente los motivos por los cuales Pearl Harbor no fue tan exitoso como se lo presenta y llama por su nombre a las sucesivas evacuaciones de tropas que los diarios de Japón publican como “transferencias”. La semblanza computa una reconocida dulzura personal en el trato del almirante, que nunca fue en detrimento de su firmeza o valentía para las decisiones profesionales. Alcanzado por cazas norteamericanos, Yamamoto cae en la remota Bouganville, islas Salomón, en Abril de 1943. Japón pierde allí un comandante y un profeta. Película perfecta para informarse y entender.